Existe una innumerable cantidad de sitios web que afirman conocer las propiedades afrodisíacas de alimentos, perfumes y sustancias, capaces de mejorar notablemente nuestra actividad sexual. Pero ¿realmente funcionan? Para responder a esta pregunta de una manera seria y profunda necesitamos abordarla de diferentes ángulos. Empecemos por el principio.
Mucho se ha hablado y escrito a lo largo de la historia sobre la influencia que determinados alimentos tienen en la performance sexual. En un principio esto se debía simplemente a que la forma de ciertas plantas y frutos se asemejaban a los órganos sexuales del hombre y la mujer. Es así como el plátano o el pepino, por un lado, o las ostras y peras por otro, generaban en quienes las consumían la ilusión de vigor sexual. En algunos casos se consideraba que con sólo tocar un objeto o estar cerca de él se transferían automáticamente esos poderes. Tal es el caso del cuerno de rinoceronte o el semen de ciertos animales.
Eventualmente las leyendas se aggiornan, se incorporan al arte, a la literatura y terminan siendo parte del imaginario colectivo. Así también se fueron incorporando perfumes, acciones y hasta palabras que se suponía contribuían a un mejor desempeño en el coito. Al igual que con la religión, la astrología y las pseudo-ciencias médicas, realidad y mito se terminan relacionando de tal manera que ya resulta muy difícil diferenciarlas. Finalmente, la modernidad hace suyas las creencias antiguas, pero revisitándolas y dándoles nueva vida.
Así como con las migrañas, el dolor estomacal o cualquier otra condición de salud, los remedios y pócimas “naturales” no pasan por el tamiz del experimento científico. No es sino hasta que son procesados y potenciados por químicos y procesos farmacológicos que empiezan a dar resultados observables. Existen de hecho 3 tipos de sustancia que actúan ya sea desinhibiendo los frenos naturales del comportamiento o estimulando directamente el deseo sexual: los fármacos que hacen subir la dopamina, la testosterona y la hormona estimulante de los melanocitos. Tal es el caso del sildenafil (usado en el Viagra) que permite aumentar el flujo sanguíneo hacia el pene durante la erección. Por supuesto que el uso de fármacos viene con un precio, tanto de riesgos como de contraindicaciones.
Dejando de lado sus supuestas cualidades mágicas, existe un estímulo sexual real que muchos de ellos pueden tener sobre nosotros. Tal es el caso de la sitofilia o food play. Desde simple juegos de compartir una frutilla con crema, hasta otros más elaborados con unciones y degustaciones sobre los cuerpos. Esta clase de prácticas apelan a la doble excitación del morbo y la sensualidad en su acepción más amplia. Y es que los sentidos del gusto y el aroma inciden fuertemente sobre el sistema nervioso extendiendo el umbral de sensaciones.
Dicho todo lo anterior, cabe recordar que uno de los factores más importantes en la actividad sexual es el de la autoestima y la desinhibición. Por eso es que el alcohol tal vez sea uno de los afrodisíacos “naturales” más poderosos. Quitando del medio los tapujos y frenos sociales, queda el camino liberado para que el deseo y el goce sean los protagonistas principales. Algo similar sucede con los llamados alimentos afrodisiacos. Si el que los consume está convencido de sus propiedades, puede ocurrir que se sienta más confiado durante el acto sexual y eso le permita una mejor performance. En definitiva, de eso se trata, de disfrutar de una de las expresiones más motivadoras conocida por los seres humanos.
¿Estás de acuerdo con estos conceptos? ¿Experimentaste con algún afrodisíaco? Dejanos tu comentario.